miércoles, 20 de junio de 2018
OTRA VEZ LOS GITANOS-LA LUCHA CONTRA MATTEO SALVANI
DIOS NOS LIBRE DEL MINISTRO DEL INTERIOR ITALIANO
Se veía venir. Más tarde o más temprano sabíamos que sucedería. Conocemos muy bien cómo se las gasta la Liga Norte de Italia. Sus componentes son radicalmente racistas y su ideología es calcada a la del partido nazi de Adolf Hitler que tanto dolor y desesperación trajo a millones de personas que acabaron siendo exterminadas en los campos de exterminio o en las cámaras de gas.
Y decimos que lo sabíamos porque ya hemos sufrido en nuestras propias carnes los zarpazos genocidas del gobierno italiano cuando en época no demasiado lejana, bajo el gobierno de Berlusconi, la Liga Norte, separatista y rabiosamente nacionalista, se hizo con el ministerio del interior del gobierno de coalición que gobernó Italia en el año 2013. La lista de agresiones de estos miserables racistas sería interminable. Por no ir demasiado lejos, hace cinco años, el vicepresidente del Senado italiano, y miembro de la ultraderechista Liga Norte, Roberto Calderoli, comparó a la ministra Cecile Kyenge, por ser negra, con un mono. "Cuando veo las imágenes de Kyenge no puedo dejar de pensar, aunque no digo que lo sea, en las facciones de orangután".
Hace diez años denuncié que la situación estaba llegando a unos límites insospechados en Italia. El que entonces era alcalde de Treviso, una ciudad de más de 100.000 habitantes, capital de la provincia del mismo nombre y perteneciente a la región del Véneto, al norte de Italia, llamado Giancarlo Gentiilini, dijo en un mitin, ante miles de personas, que "hay que eliminar —¿quiere decir asesinar?— a los niños gitanos". Este miserable presumía de haber destruido dos campamentos de gitanos y se jactaba pregonando que en su ciudad "¡¡Ya no quedan gitanos!!" Él mismo se autoproclamó el sheriff de Italia, y como tal se hizo famoso pregonando que contra los gitanos hay que practicar la “tolerancia doble cero”.
Hoy asistimos al bochornoso espectáculo que nos ha ofrecido el actual ministro del interior del gobierno italiano Matteo Salvini que no hace más que seguir las huellas de quien ocupó la misma cartera en el último gobierno de coalición de la Liga Norte con el partido de Berlusconi: Roberto Maroni (2008-2011). Este político racista, que ha sido presidente de la rica región lombarda hasta marzo de este mismo año en que le sucedió otro miembro de la liga norte, Attilio Fontana, se propuso tomar las huellas dactilares de los niños gitanos, tal como se hizo en la alemania nazi en los años de la preguerra mundial. No lo permitimos y yo mismo participé en Bruselas, junto a un nutrido grupo de gitanos italianos, en una manifestación ante el Comisario de Justicia de la Comisión Europea para denunciar esa horrible disposición.
Matteo Salvini es un racista peligroso
Y lo es porque nunca tuvo el más mínimo reparo en ocultarlo y ni siquiera disimularlo. Lamentablemente no he tenido la oportunidad de enfrentarme personalmente con él como lo he hecho en tantas ocasiones contra los diputados racistas del Parlamento Europeo porque cuando Salvini fue elegido miembro de la Cámara de Estrasburgo yo ya había dejado de serlo. No obstante acabo de ver un video grabado en 2009, siendo este sujeto diputado en Estrasburgo, donde él aparece cantando a coro con un grupo de nazis de su misma calaña. Se le ve con un vaso de cerveza en la mano mientras canta: “Siento que huele mal, tanto que hasta los perros salen corriendo. Es porque están llegando los napolitanos que no conocen el jabón porque nunca se han lavado”. Imagínense: si dice eso de sus paisanos italianos, ¿qué dirá de los que no lo son?
Pues dice, y así lo pidió al Presidente de la República aquel mismo año, que se reservaran dos vagones del metro en los que no pudieran entrar ciudadanos que no pertenecieran a la Unión Europea. Idea envenenada que al año siguiente defendieron Erminio Boso y Sergio Divina, dos representantes provinciales de Trento, también de la Liga, dando como motivo oficial de la petición que “los extranjeros huelen mal”. No olvidemos que estos nazis pertenecen al mismo partido de Umberto Bossi, aquel que amenazó con sacar las armas a la calle. “Los fusiles siempre están preparados, –dijo–, nosotros estamos preparados. Si quieren enfrentamientos tengo trescientos mil hombres siempre dispuestos".
Como viven los gitanos italianos.
Creo conocer bien como viven los gitanos italianos. He estado muchas veces en ese maravilloso país y he mantenido muchas reuniones con sus líderes y con las organizaciones que les defienden. Y he participado, con las autoridades italianas, en reuniones en las que hemos intentado encontrar vías que hicieran posible la eliminación de los prejuicios y la incorporación de la comunidad gitana al conjunto de la sociedad italiana. No ha sido fácil, de la misma manera que no es fácil el ejercicio de la política en una tierra de la que alguien ha dicho que “podría funcionar perfectamente sin ningún tipo de gobierno”. Siempre he dicho que si tuviera que vivir fuera de España, Italia sería, sin dudarlo, la tierra en la que me gustaría estar. Lo que no me ciega para dejar de reconocer que los problemas a los que se enfrenta la comunidad gitana en todo el país son mucho más graves que los que reconocemos que sufren todavía una parte de los gitanos españoles.
. La primera noticia que demuestra la presencia de gitanos en Italia es de los primeros años de 1400. Veinticinco años después hicieron su aparición en España. Posiblemente llegaron procedentes de Grecia atravesando el Adriático. En Italia no viven muchos gitanos. Las últimas estimaciones sitúan la población en unas 180.000 personas de las cuales unas 26.000 viven en barracas y asentamientos que son los que el ministro Salvani quiere cerrar. Conozco bien los “campo sosta” que hay en Roma y los del norte de Italia, especialmente los de Milán y Florencia. En esta última ciudad colaboré activamente con la fiscal General de la región que se empeñó en mejorar las condiciones de vida de los miles de gitanos que habían llegado a Italia, atravesando el mar Adriático tras las sangrientas guerras fratricidas de la antigua Yugoslavia. Lo cierto es que entre 1960 y 1967 se produjo una gran movilización de gitanos procedentes del Este de Europa. Se calcula que fue una masa de casi 300.000 personas las que se desplazaron, pero fue a raíz de la fractura de la extinta Yugoslavia, tras la muerte del Mariscal Tito cuando unos 40.000 gitanos entraron en Italia y una cantidad similar en Austria.
Algunos estudios demuestran que el 50 por ciento de la población gitana residente en el país son italianos de origen. El resto son mayoritariamente procedentes de Rumanía y de Bulgaria. A estos son a los que a los que el ministro Salvani les ha dicho: “¡Ea, se acabó la buena vida. Ya pueden ir cogiendo las maletas”. Pero el racista Salvani pretende ignorar que la mayoría de esos gitanos llevan viviendo en Italia casi 50 años y que según dice Carlos Stasolla, Presidente de la Asociación que atiende a estas personas, “estos gitanos son más italianos que muchos de nuestros conciudadanos”.
Salvini, que además de Ministro del Interior es Vicepresidente del Gobierno italiano, fue el principal impulsor de que se negara el desembarco en Italia de los 629 inmigrantes del buque “Aquarius”. Y cuando el barco llegó a Valencia lo celebró diciendo que, por fin, Italia había dejado de ser “el felpudo de Europa”. Luego, ya desde Milán, en un acto con sus fieles, intentando hacerse el gracioso, dijo que esperaba que España acogiera a “66.629” emigrantes más. con
Ahora vivimos con el alma en vilo porque la mano dura de Salvani contra la inmigración y contra los gitanos se puede plasmar en el cumplimiento de una de las amenazas que figura en su programa de gobierno firmado con la formación antisistema Cinco Estrellas: Quitar a sus padres los niños que no estén escolarizados.
Las asociaciones gitanas europeas están movilizándose para dar la respuesta adecuada a esta incalificable barbarie.
Juan de Dios Ramírez-Heredia
Abogado y periodista
Vicepresidente de la Unión Romani Internacional
jueves, 15 de febrero de 2018
EN DEFENSA DE ZAPATERO Y DE SU PAPEL DE MEDIACIÓN EN VENEZUELA
Nadie conoce como Zapatero lo que ha ocurrido durante el proceso de diálogo en Venezuela, las posiciones de cada una de las partes y de los diversos actores, los papeles intercambiados, los mensajes y correos enviados... Como seguramente de todo ello se ha dejado constancia, tal vez algún día lo conozcamos en detalle. De lo que no nos cabe ninguna duda es de que, mientras haya alguna posibilidad por remota que sea de llegar a un acuerdo, Zapatero mantendrá silencio. Esa ha sido su actitud a lo largo de todo este tiempo: solo ha realizado declaraciones públicas cuando lo ha considerado necesario en función de la evolución del propio proceso. Por eso, nos sentimos -quienes suscribimos estas líneas- en el deber de salir al paso de las acusaciones aparecidas en algunos medios, fundadas además en fuentes no identificadas, invocando algunos datos objetivos. El papel del Presidente Zapatero como facilitador del diálogo fue reclamado inicialmente por UNASUR y luego ha recibido el apoyo del Vaticano, del Gobierno español, de la UE y de Washington (se reconoce todo esto ahora incluso en los medios críticos, aunque sea para afeárselo). Y también ha contado -y esto es lo más relevante- con la voluntad de las dos partes porque si no fuera así no se entendería cómo un proceso que, aunque con interrupciones, dura ya más de dos años y comporta mucha interlocución y conocimiento mutuo, se haya realizado sin una confianza suficiente por ambas partes en quién había asumido la tarea de impulsarlo. Asimismo, parece evidente que el diálogo había avanzado, después de una serie larga de sesiones, hasta aproximarse al acuerdo, tal y como se dedujo de la explicación que realizó en rueda de prensa el Presidente de la República Dominicana, Danilo Medina, anfitrión de los diversos encuentros, el día en que el diálogo se interrumpió. Nos consta que, para llevar a cabo su tarea, de una complejidad y dificultad que a nadie se le oculta, Zapatero ha realizado un enorme esfuerzo personal, con más de treinta viajes trasatlánticos a sus espaldas y una ingente cantidad de gestiones desde España, muchas de ellas para promover hasta el límite de sus posibilidades la liberación de la prisión de decenas de personas, como Leopoldo López. Y todo ello hecho de una manera absolutamente desinteresada. Si por ese lado resultaría absurdo buscar en este caso alguna motivación espuria, tampoco hay razón que explique la intención deliberada, que se le reprocha, de favorecer a una de las partes. Ni por interés oculto alguno ni por afinidad ideológica. Zapatero es un demócrata, un buen demócrata. Fue el Presidente que con más frecuencia compareció en el Parlamento, el primero que desgubernamentalizó la
radiotelevisión pública, quien estando en el poder aceptó debatir electoralmente con el que se lo había negado siendo el candidato de la oposición, una persona siempre respetuosa con sus adversarios políticos y con las instituciones democráticas, que amplió derechos y libertades, y que presidió unos gobiernos limpios. Y nadie discute, además, el compromiso del Presidente Zapatero con la paz y contra la violencia en cualquiera de sus manifestaciones. Son hechos objetivos. Es este mismo líder político, con esta trayectoria -la que le convertía en un mediador idóneo- el que ha actuado como facilitador del diálogo en Venezuela. Hay mucha gente sinceramente preocupada por la dificilísima situación económica y las graves carencias democráticas de Venezuela. Más allá de la simpatía o proximidad ideológica que generen las posiciones de las partes -y nosotros no queremos para Venezuela, ni para ningún otra nación, un orden de convivencia que no sea el propio de un Estado democrático de derecho que, además, se comprometa con la situación de la mayoría más desfavorecida-, no se puede ignorar que en ese país existe una clara polarización ideológica y social que amenaza con derivar en un conflicto civil de consecuencias aún peores de las que ya se viven allí. Estamos seguros de que la principal motivación de Zapatero ha sido ésta, la de contribuir a evitarlo. Como también de que la principal responsabilidad no reside, en todo caso, en los facilitadores sino en los propios venezolanos: por supuesto en el Gobierno, pero también en la oposición y en sus diversos líderes. Son muchas ya las ocasiones en que parece que las batallas sobre Venezuela se libran con objetivos que tienen poco que ver con las penalidades que padecen los venezolanos. Esta inusitada fruición en la descalificación de Zapatero, para en este momento poner el foco precisamente en él, es una de ellas. Y resulta muy injusto, injusto con su persona y con su tarea. Lo que Zapatero merece es respeto y reconocimiento por llevarla a cabo.
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